La lista de falsos mitos sobre el BDSM es larga, y como tantas otras cuestiones referidas a la sexualidad humana, está repleta de falsedades…. Entre las que destacan las siguientes:
Los practicantes de BDSM son gente rara, perversa o enferma.
Si bien durante mucho tiempo el BDSM (también llamado sadomasoquismo) fue considerado una desviación sexual (como también lo era la homosexualidad); los últimos estudios científicos apuntan en la dirección contraria, y describe a los practicantes de BDSM como más mentalmente sanos que la media.
El BDSM es, en sí mismo, abusivo para la parte sumisa.
Todas las prácticas relacionadas con el BDSM son consensuadas. De hecho, cuanto más obvia es la actividad, más reglada está.
Estirar el pelo, azotar o insultar a la pareja durante el coito (actividades de la gama suave del BDSM) se suelen dar de forma espontanea, sin más planificación que el interés habitual de «¿te ha gustado?» a posteriori. Por el contrario, el uso explícito de parafernalia, ataduras, aparatos o juguetes sexuales, suele pactarse de antemano, incluso por contrato de sumisión, y prácticamente siempre, se da una palabra de seguridad, que detiene ipso facto el acto sexual.
Todo el BDSM es siempre SSC (Seguro, Sensato y Consentido), o debería serlo.
El BDSM implica todas las facetas de la relación de pareja.
El BDSM es un conjunto de actividades que pueden ser tan extensas como las personas participantes quieran. La inmensa mayoría limita el BDSM a salpimentar su vida sexual de pareja exclusiva (por ejemplo, matrimonial) en forma de «juego sexual» o «juego de rol».
Una minoría amplía la actividad BDSM al resto de su vida (sexualizando todo lo relativo a la pareja) y llevando el juego de rol a más facetas de la vida (generalmente, el trabajo queda excluido). Este grupo también suele disponer de parafernalia más elaborada (aparatos BDSM, habitación del dolor, disfraces…)
A modo de ejemplo, la película «Secretary« puede ilustrar un ejemplo de esta población.
Finalmente, una parte estadísticamente residual hacen pivotar su vida alrededor del BDSM, están perpetuamente en su rol Amo – Sumiso, y suelen emplear mazmorras de alquiler (o tener una mazmorra en casa) y entre sus prácticas sexuales pueden incluirse la cesión de la persona sumisa a otras personas para usos sexuales, el sexo en grupo y cualquier otra forma de libertad sexual.
En este último grupo sí pueden darse cuadros psicopatológicos (no más prevalentes que en la población general). Básicamente, por lo monotemático de sus intereses: En la variedad está el gusto y la salud mental.
El rol del hombre siempre es el dominante.
Totalmente falso, si bien en los usos menos extremos (más maisntream o «vainilla») del BDSM el hombre suele cargar con el rol «activo – dominante», esto es más inercia del modelo social del hombre clásico que otra cosa.
Por lo general, los roles de dominio – sumisión son intercambiados según los gustos de los participantes (en plan, «hoy me atas tú, mañana te ato yo«) en una dinámica muy similar a lo de «¿quién se pone encima?».
Un ejemplo cinematográfico de esto podría ser el «El Imperio de los Sentidos».
A medida que la practica del BDSM se extrema y amplia a más facetas de la vida, los roles suelen estabilizarse; pero no están ligados al género.
En el caso de las dominatrix de alquiler (prostitutas especializadas) la clientela (que pide el rol sumiso) suele ser masculina.
Los practicantes de BDSM son de clase alta.
Nuevamente, se trata de un mito absolutamente falso. El BDSM suave se practica en todas las clases sociales. A medida que el rol se vuelve más elaborado se abandona la clase baja, porque los roles de Amo requieren cierta preparación teórica y psicológica ligada a la educación recibida.
En el caso minoritario de practicantes de BDSM extremos, éstos se dan más en clases pudientes, básicamente porque no todo el mundo puede pagarse una habitación del dolor (Rihanna, sí puede) y el espacio para los aparatos de BDSM más grandes y voluminosos (meter una cruz de madera de 2 metros de alto con abrazaderas de cuero en manos y pies resulta complicado en un piso de 70 metros).
Y el cruce de la minoría de practicantes extremos de BDSM con la minoría de personas que pueden pagarse una habitación del dolor ofrece un número tan mínimo de personas que, encontrarlo, es como dar con un trébol de 5 hojas… Para desorientados/as: El Grey de las 50 sombras no existe.
Aún así, cuando se encuentran casos de tréboles de 5 hojas son muy llamativos para la opinión pública, como el caso de la orgía sadomasoquista de estética nazi de Max Moxley en 2008, y distorsionan la imagen del colectivo… Aparte de ser una invasión de la intimidad de los afectados a todas luces reprobable.
Los practicantes de BDSM son mujeres jóvenes y hombres mayores.
Otro de los falsos mitos sobre el BDSM… La practica del BDSM es el final de un camino de experimentación vital que lleva a cada persona a descubrir QUÉ le excita y CÓMO, y requiere la madurez necesaria para ejecutarlo.
Así, el perfil de practicante de BDSM se sitúa por encima de los 35 años, tanto en hombres como en mujeres; y, una estadística no exhaustiva parece indicar que el hombre suele ser algo más mayor que la mujer… Probablemente, porque el hombre madura más tarde (como en todo lo demás).
Un ejemplo interesante de película sobre lo anterior sería «9 semanas y media».