La palabra de seguridad es un elemento básico de toda relación BDSM. Si solamente hubiera una cosa que enseñar a los que se inician en BDSM sería esta: PALABRA DE SEGURIDAD.
¿Qué es la palabra de seguridad?
La palabra de seguridad en BDSM es un orden, generalmente verbal, que cualquiera de los participantes en un encuentro BDSM puede pronunciar en cualquier momento y detiene EN SECO todas las acciones en curso, y da por finalizado el evento. Suele incluirse en el contrato de sumisión y recordarse antes de empezar cada evento.
La palabra de seguridad debe estar desconectada del entorno temático BDSM y, de hecho, de cualquier referencia sexual, a fin de que sea clara y no pueda confundirse con la teatralización del acto sexual.
A modo de ejemplo se citan algunas de las más comunes: Elefante, infarto, STOP, diarrea o rojo (muy popular desde las 50 sombras de Grey).
Hay que tener en cuenta que, si la cosa va bien, el encuentro BDSM va a generar una gran amplitud de expresiones, verbales y no verbales, de placer – sufrimiento, y que, en el contexto, las expresiones como «no», «basta», «no puedo más», «vas a matarme» y demás expresiones no verbales (gemidos, llantos, temblores…) son esperables y no significan que se desee suspender la acción (más bien suele ser al contrario). Incluso, en muchas situaciones, la parte sometida puede teatralizar respuestas defensivas físicas, que no representan una resistencia real, sino una invitación a forzar la acción mediante la contención física.
Es decir, el sexo BDSM puede ser muy confuso en su expresión; así que la palabra de seguridad no debe dejar lugar a dudas. Es una palabra rara y significa párate.
¿Y qué pasa si está amordazada?
Amordazar a la parte sumisa de un evento BDSM es una práctica bastante común. Su objetivo es, por un lado, limitar la capacidad de control mediante la negación de la voz… Lo cual incrementa su sensación de entrega. Y, por otro, tiene un uso pragmático: Sofoca los jadeos, gritos y cualquier otra expresión verbal producida durante una actividad sexualmente intensa; o sea, sustituye a lo de morder la almohada de forma más agil (puede cambiar de postura con más facilidad). Si hay hijos (y/o vecinos) es un recurso útil y bien integrado en el acto sexual.
En el caso de que la parte sumisa esté coyunturalmente amordazada, puede optarse por diversas soluciones. La primera es que disponga de una orden manual o sonora alternativa. Suele funcionar chasquear los dedos. Nadie chasquea los dedos en mitad de un refriega sexual, así que la descontextualización está garantizada.
Sin embargo, es posible que, entre el jaleo, lo de chasquear los dedos no se aprecie con claridad.
Así que la segunda opción es que la mordaza no sea «real», es decir, no esté realmente fijada y solo impida el uso de la voz mientras la parte quiera. Con lo que la parte amordazada podría deshacerse fácilmente de la mordaza y dar la palabra de seguridad.
Esta segunda opción es la más habitual.
Como en toda la práctica BDSM, la agresión y la sumisión no es real (en tanto es solicitada por la parte sometida) así que los complementos no tienen porque ser realmente impeditivos.
En este sentido es común el uso de ligaduras de papel higiénico o de pañuelo de seda sin atar, las esposas con cierre por choque y otros elementos que solo teatralizan la sujeción.
Suele ser la mejor opción para cualquier práctica BDSM (y el la que usa la amplia mayoría de practicantes). Garantiza la voluntariedad de las partes y es muy muy segura.
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