En el espectro más intensivo del BDSM, más allá de salpimentar el sexo vainilla y del uso de juguetes sexuales, se encuentran los aparatos BDSM, los cuales forman parte del imaginario popular sobre el sadomasoquismo, pero, curiosamente, son escasamente usados en el BDSM «de verdad«.
Los aparatos BDSM ocupan espacio, no son discretos, suelen ser caros y su uso se asocia a una elaborada escenografía (con disfraces de cuerpo entero, látex, máscaras, habitación habilitada con luces, estantes y múltiples agarres …) que, simplemente, no hay tiempo ni recursos para usar con frecuencia. Es, en el mejor de los casos, «algo para ocasiones especiales».
El conjunto de aparatos BDSM, más el escenario elaborado y la gran teatralización, suelen componer lo que se conoce como mazmorra.
Poquísimas personas pueden permitirse tener una mazmorra en casa (Rihanna, sí puede), así que existe un comercio de espacios de mazmorra en alquiler.
En todo caso los aparatos BDSM más habituales son:
Cruz de madera.
La cruz de madera y sus variantes, sirven para mantener al sumiso erguido y atado sobre una superficie (generalmente, madera) que mantiene al usuario en X, con brazos y piernas separados. Puede atarse de cara o de espalda, con lo que las partes expuestas varían.
Su uso habitual está relacionado con los azotes., ya que el cuerpo queda perfectamente expuesto y permite un golpeo limpio (sin movimientos reflejos de manos que pueden provocar lesiones accidentales); pero es un entorno flexible ya que, según la postura, prácticamente todo el cuerpo queda accesible.
Es un aparato grande (tiene que poder atarse a alguien con los brazos extendidos) y, muchas veces, se suple con tablones de madera enganchados a la pared.
Así, ocupa menos espacio, es más fácil de disimular en el domicilio familiar y el riesgo de caídas por desmonte accidental se reduce mucho… De hecho, la mayor parte de los BDSM se limitan a poner unos ganchos grandes en la pared «para decorar» y allí ponen los enganches.
Los inconvenientes más llamativos son que, al estar de pie, el sujeto pasivo no puede estar periodos de tiempo largos amarrado.
Igualmente, las ataduras pueden cortar la circulación (especialmente, en las extremidades inferiores) y, en el caso de que se añada un agarre de cuello, hay que llevar cuidado de que no se asfixie o que, por las contracciones orgásmicas se lesione la traquea.
Mesa camilla.
La mesa camilla, o cualquier superficie similar, funciona como una camilla de masaje. Los agarres de brazos y piernas pueden acoplarse a la propia camilla o pasarse por debajo.
El agarre de cuello es más dificil (y no suele hacerse en este aparato) y el acceso corporal más limitado; pero, como ventajas, la parte pasiva está más cómoda y no hay riesgo de caída o lesión articular; y, su abanico de uso es amplísimo: masaje con cremas y aceite, cuidados de pedicura, masaje sensual…
Por otro lado, al tratarse de un elemento voluminoso es difícil de disimular, pero por su aspecto de anodina «mesa camilla» puede camuflarse como un complemento de fisioterapia para la lumbalgía con cierta facilidad.
Barras separadoras.
Las barras separadoras son unos aparatos extensibles que poseen agarres en cada extremo para acoplarlos en tobillos (lo más habitual) y muñecas y/o cuello (menos populares), que se usan, generalmente, sobre sujetos pasivos femeninos.
Su función habitual es crear una separación forzada de las extremidades inferiores para crear la fantasía de exposición genital obligada. Es más, que nada, una fantasía de sumisión, ya que, a efectos prácticos, los genitales no quedan particularmente accesibles, aunque sí lo parecen a la vista.
Asimismo, la propia barra que cruza entre las piernas se convierte en una dificultad ergonómica más, y los movimientos de vaivén y los ángulos de entrada deben adaptarse a ese inconveniente.
Balancines y columpios sexuales (o eróticos).
Los columpios eróticos son aparatos parecidos a los columpios del parque, se componen de una zona de apoyo (que puede ser un asiento o varios puntos de apoyo para tórax, pies y manos), una cuerda o cadena y un buen surtido de agarres al techo (o a una puerta).
Se supone que se balancean con uno de los amantes y, de forma dinámica, se acopla al otro (a veces, en un coito) o va recibiendo azotes y golpes.
No es un elemento discreto (¿cómo podría ser discreto tener un columpio de cuero rojo tamaño adulto colgado en el techo del comedor?) y se ve muy poco en domicilios.
Pero la razón principal por la que se ven pocos es que resultan peligrosos y poco eficiente:
Por un lado, hay que ser un artista circense para encajar pene y vagina en el vaivén de un columpio; y por otro, el riesgo de accidente (por impacto genital indeseado o por caída) es elevado.
Picotas y cepos.
La picota o el cepo es un aparato que agarra brazos y cuello en un agarre formado por dos tablones de madera, deja al atrapado de rodillas y expuesto por completo.
Es un aparato inhabitual en hogares, pero, salvo por el desgaste de las rodillas y alguna rozadura en muñecas y cuello, es de los aparatos más seguros y prácticos del BDSM si la parte atrapada es mujer…
Si es hombre, por el contrario, el acceso al pene es complicado y arriesgado, ya que los ángulos se pueden forzar fácilmente.
El cepo permite un acceso «forzado» e «indefenso» a la boca, ano y vagina; genera una indefensión absoluta y la espalda y glúteos quedan expuestos para ser fácilmente azotados.
Evidentemente, los diferentes aparatos (y otros muchos juguetes sexuales) pueden combinarse entre ellos. Por ejemplo, la mesa camilla y las barras separadoras combinan bien.
¿Quieres saber cómo es una sesión BDSM típica?