Para los neófitos puede que la diferencia entre prácticas BDSM y maltrato de género (violencia física y psicológica) sea difícil de percibir, e incluso entre los conocedores y practicantes (en sus muy diferentes grados e intensidad) puede dar lugar a dudas.
Encuadre: Pareja hombre – mujer.
Nos centraremos en el binomio hombre (Amo) vs mujer (Sumisa), porque la polémica habitual surge en parejas heterosexuales en las que la mujer es, presuntamente, maltratada, y porque la Ley de Violencia de Género en España se aplica solamente sobre el varón de una pareja heterosexual.
Así, tenemos una relación de pareja formal en la que el hombre (como Amo) maltrata físicamente a la mujer (generalmente, durante la actividad sexual) y, según el contrato de sumisión que tengan, la obliga (castigándola si no obedece) de las formas más creativas y humillantes que se le ocurren.
Ella (la sumisa), por su parte, sufre, obedece y acata.
Lo anterior sería un análisis superficial y olvidaría algunos detalles de interés:
- La aceptación previa de cada castigo, orden, actividad y humillación que se realiza por parte de la sumisa (a veces, incluso mediante un listado escrito y firmado).
- La densidad orgásmica del proceso (la sumisa obtiene un intenso placer físico del desempeño del Amo).
Es decir, la Sumisa ha propuesto y/o aceptado TODO lo que ocurre (aparte de disponer de una palabra de seguridad) y obtiene de ello un intenso placer.
Llegados a este punto, conviene hacer un apunte sobre la relación de poder en las parejas Amo – Sumisa.
La relación de poder en el binomio Amo – Sumisa
De forma resumida, podemos aceptar que el poder en la relación BDSM no está en el Amo. El Amo SIEMPRE hace lo que la Sumisa quiere, cuando quiere y como ella lo quiere (para eso está la palabra de seguridad), y éste dedica gran parte de su energía a aprender la mejor forma de hacer lo que ella quiere.
¿Cómo diferenciar un Amo sano de un maltratador?
Las relaciones sexuales entre mujeres maltratadas y hombres maltratadores suelen ser descritas de forma intensa y positiva por las mujeres, así que el criterio de calidad sexual no sirve.
Es mucho más eficiente fijarse en el comportamiento social del hombre.
Si promueve, apoya y facilita que la mujer tenga una vida social amplia y saludable, mejore sus capacidades y conocimientos (estudie, haga carrera, acuda a congresos, salga con sus amigas…) probablemente, sea un Amo sano.
Si limita, empequeñece, encierra y disminuye a la mujer; probablemente, sea un maltratador…
Por otro lado, y más allá de los roles y de los contratos; la actitud del hombre sano (Amo o no) es de colaboración y cuidado (por ejemplo, a pesar del contrato, el Amo ayudará en las tareas del hogar o usará la clausula del autocuidado para asegurarse de que su Sumisa va al médico), además de garantizar, en la medida de sus capacidades, los beneficios de la relación para la Sumisa.
Finalmente, los indicadores conductuales y psicológicos del perfil maltratador son la falta de empatía, las limitaciones en la asunción de responsabilidades, el exceso de control y la inestabilidad emocional; todos ellos, rasgos incompatibles con el desarrollo del rol de Amo (que en sí mismo es una responsabilidad, ejecutada para satisfacer a otra persona, dentro de los límites de un pacto previo y cuya realización efectiva requiere de un alto grado de control emocional).
Beneficios sexuales, psicológicos y sociales de la Sumisa.
Dada su participación voluntaria y prolongada, es obvio que la Sumisa obtiene una serie de beneficios, concretamente:
Beneficios sexuales.
Obviamente, su tasa de orgasmos es altísima, y se da tanto en los actos sexuales en sí, como en los castigos y los cuidados postsexuales (aftercare). Es decir, la Sumisa colecciona una amplia cantidad de diversos tipos de orgasmos.
Este único beneficio ya motivaría (y motiva) a muchas mujeres a participar del juego, pero hay más…
Beneficios económicos.
La relación de sumisión permite a la Sumisa solicitar cualquier objeto o servicio que desee al Amo (o simplemente, comprarlo ella con su propio dinero) sin generarse tensión, ya que el rol del Amo implica la consecución directa (o al menos la no obstrucción) de los deseos de la Sumisa.
En términos sintéticos un Amo solo es un Amo si puede manifestar poder (sexual y de otras índoles).
Así, no hay discusión sobre nada que la Sumisa quiera, solo tiene que insinuar amablemente que lo desea y el camino para obtenerlo se allana (esto es popularmente conocido como «la estrategia Mata – Hari»).
Beneficios sociales.
La Sumisa debe ser (y así se apunta muchas veces en el contrato de sumisión) un motivo de orgullo para el Amo. Cuanto más atractiva, interesante y potente es la Sumisa, tanto mejor se siente el Amo, ya que se atribuye «participación fundamental» (como en la película «My Fair Lady» (1964).
Es decir, el lucimiento social de la Sumisa es una condición deseable para el Amo, por tanto, parte de su interés se dirigirá a motivarla a mejorar, no solo físicamente, sino psicológica e intelectualmente. A modo de ejemplo, una Sumisa con carrera universitaria o empresaria de éxito es «mejor» que una sumisa carente de estudios o con un trabajo de bajo nivel.
De la misma forma, cuanto más éxito social tenga la Sumisa (sea invitada a eventos, tenga un amplio circulo de amigos…) tanto mejor para el Amo, ya que más gente podrá apreciar su éxito vicario,
Beneficios psicológicos.
La Sumisa se percibe a sí misma (en gran medida, como consecuencia de la acción del Amo) como una mujer sexualmente atractiva y potente, interesante y digna de extensos e intensos cuidados y de tanta atención como pueda precisar, y por extensión, su autoestima crece y se estabiliza.
Asimismo, la Sumisa proyecta en el Amo la razón de todos sus beneficios, por lo que se esfuerza en servirlo y cuidarlo (por razones egoístas, pero sinceras); con lo cual se cierra un circulo de cuidado mutuo de elevada intensidad y autogenerado; que suele ser descrito como «estar enamorada«, por lo que todo esfuerzo y sacrificio (ir al gimnasio, hacer dieta, cuidar la casa…) es poca cosa para «gustarle«…. Lo que es, en sí, un ejemplo de autoengaño (más o menos consciente) ya que con todo ello, la Sumisa busca gustarse a sí misma.
Beneficios para el Amo
Hemos hablado ya de los beneficios que extrae la Sumisa, y hemos comentado que, en realidad, el Amo funciona como un coach, reforzando el proceso de consecución de los objetivos de la Sumisa a través de castigos (esencialmente falsos, teatrales y placenteros) y premios (esencialmente, mimos y orgasmos).
También se ha comentado que dedica gran parte de su tiempo y energía a conseguir mejorar su propio estatus frente a la Sumisa (el Amo, para ser Amo debe ser poderoso, y progresar) y en dar a la Sumisa lo que ella desea (en muchos sentidos, hay un punto estoico en el comportamiento del Amo).
Así, la pregunta es obvia: ¿Qué beneficios extrae el Amo?
Los beneficios son diversos, pero están ligados a la autoimagen del Amo y la obtención de un entorno hogareño seguro, positivo y estable.
Sintéticamente, cuanto más potente es el Amo (genera más orgasmos, más mimos, más tranquilidad económica, más logros y avances para la Sumisa…) mejor se siente, el Amo se realiza como persona a través de su rol exitoso de proveedor.
Evidentemente, también obtiene sexo de calidad (aunque la tasa de orgasmos no es mucho más grande, su calidad subjetiva sí es mejor) y momentos de ternura y cuidado (también puede ordenar, sin excederse, que le hagan masajes o tal o cual técnica sexual).
Sin embargo, y de forma un punto asombrosa, el beneficio más valorado por el Amo suele ser una relación de pareja cálida y tranquila, en un entorno hogareño seguro y protector, sin episodios (frecuentes) de discusiones, broncas erráticas o conductas pasivo – agresivas.
Generalmente, cuando se inicia un conato de discusión vacua, es muy probable que la Sumisa esté solicitando un castigo, y si el Amo se presta a ello, la situación se reconduce tras el alivio fisiológico del castigo.
En resumen…
Así, una vez analizada con detenimiento la relación Amo – Sumisa, se aprecia que se trata, generalmente, de una revisión de los roles más clásicos asumidos libremente por cada género (macho – dominante – cazador VS mujer – acogedora – recolectora), asociada a una práctica sexual intensiva (combinando placer y dolor) basado en la atención sostenida y el contacto físico frecuente; dentro de un marco de fantasía romántica compartida por ambos, en la que el poder está claramente del lado de la Sumisa.
Es decir, las relaciones de pareja BDSM son, básicamente, una historia de amor como cualquier otra, en la que dos adultos comparten una fantasía que les es cómoda y placentera… Y que se baila a ritmo de tango.
Si quieres otro punto de vista sobre BDSM y maltrato y cómo detectarlo, puedes visitar la web de la Asociación BDSMK